QUÉ VOY A HACER AHORA
Selma
Jutta Bauer
“Cuando le preguntaron qué haría si tuviera más tiempo, respondió:”.
Jutta Bauer, Selma
Son las 11:08 am. La casa está hecha un desastre: las camas destendidas, la loza sucia. Acabo de pasar la última hora de mi vida viendo un capítulo de Grey’s Anatomy por Internet, mientras pensaba en todas las cosas que debo hacer hoy, y que no me va a alcanzar el tiempo. Ya son las 11:14, el tiempo vuela cuando estoy procrastinando.
Selma es una oveja que vive la vida perfecta porque no sabe leer la hora, ni tiene reloj de pulsera. 11:17 am. No sabe qué es estar retrasada, ni hacer las cosas a última hora. Está plenamente segura de lo que haría si tuviera más tiempo. Estoy segura que no entendería concepto de afán, tampoco el de aburrimiento; por eso no comete tantos errores, sólo por rellenar el tiempo. Nos aterra equivocarnos porque no hay tiempo para arrepentirse.
Hace más o menos un mes gradué como literata. Ese día recibí muchos mensajes, llamadas y abrazos en vivo y en directo; pero la expresión que más escuché, hasta de mi propia boca, no fue “felicitaciones”, sino “por fin”. ¡Por fin! Tardé nueve años en terminar una carrera de ocho semestres, porque empecé otra y nunca la terminé, porque me sentía cansada, porque no hay afán. ¡Ya son las 11:56!
Me hubiese gustado contar cuantos “por fin” recibí el día de mi grado y los “qué vas a hacer ahora”, que no se hicieron esperar. En la Universidad hice lo que lo que me tocaba, lo que me interesaba y lo que quería. Todo muy despacio, como para que no se acabaran las razones para matricularme en el siguiente semestre y me viera obligada a preguntarme “qué voy a hacer ahora”.
Tras esta saludable manera de tomar decisiones y la aparente claridad en mis ideas se esconden dos cosas: 1) el miedo a dejar una zona tan cómoda en la que tengo un horario de clases y 2) la contradicción de hacer muchas cosas, con el fin rellenar los espacios que yo misma me había concedido para hacer las cosas con calma.
Selma come hierba, habla con los niños y no tiene idea que son las 12:27. Esta oveja vive tranquila porque no se comprometió a asistir a extensos ensayos de teatro; no programa verse con alguien para tomar un café, hablar de cosas y quemar el tiempo; no busca situaciones incómodas, porque eso es mejor que llegar a su casa temprano y ponerse a pensar; ni se obsesiona con que todos sus días sean distintos para no aburrirse. La mirada tranquila de esta oveja me hace pensar en lo agradable que sería sólo ver pasar las horas, como estar acostada en un cuarto de hospital; sólo así podría tener un día tan tranquilo como el de Selma.
Camino despacio, como despacio y respiro despacio, al ritmo de Selma. Podría aprender a vivir sin anécdotas espectaculares, sin estirar el tiempo, experimentaría qué es arrepentirme sin remordimiento. Funciona, a las 9:41 pm, tres días después de la primera palabra de esta no-reseña, incluso alcancé a reescribirla.
2 de mayo