No le des las llaves de tu casa a un desconocido

No-reseña del libro

A sangre fría

de Truman Capote

 

“Mi mejor amiga se ha ido. Saber quién la ha matado no va a traerla de vuelta”.

Truman Capote, A sangre fría

 

Este libro llegó a mí en avión. En un vuelo directo desde la República Argentina, en el equipaje de un desconocido que quería viajar solo por Colombia y a quien mi gato y yo decidimos hospedar en nuestra casa. Le dimos sus propias llaves y le enseñamos a usar la ducha para que el agua caliente saliera mejor.

Dos meses atrás, ni siquiera sabíamos que este viajero argentino existía… pero, en cuestión de días, yo sentí que conocía a ese chico de toda la vida y, por ende, que podía confiar en él. Así que —tras una semana de reímos hasta que nos dolía la barriga, llevarlo a probar frutas exóticas al mercado local y convertirlo en cómplice de mi brillante plan para hacerle una pequeña sorpresa de cumpleaños al gato—, tuve con él mi máximo gesto de confianza: le presté un libro de mi biblioteca para que leyera durante el resto de su viaje y él, como un noble gesto de reciprocidad, me prestó el que llevaba en la maleta, uno muy famoso, escrito por el aún más famoso periodista y escritor estadounidense:

a sangre fría 1

cuya trama se desencadena porque a los Clutter no les pareció necesario poner cerrojo a la puerta en la noche mientras dormían… pues, en ese adorable y tranquilo pueblo de agricultores en Kansas donde habían vivido toda la vida, nunca había pasado nada.

En Wikipedia confirmé mis sospechas: 1. a Capote le interesaba reconstruir el cuádruple asesinato perpetuado por dos exconvictos que violaron su libertad bajo palabra al viajar a Kansas, donde evidentemente cometieron esos crímenes y 2. la intención de Capote —claramente desarrollada en la segunda, tercera y cuarta parte del libro—  es que el lector, en este caso yo, sintiera empatía por los asesinos.

Señor Capote, permítame decirle que en mi caso no lo logró. Estoy de acuerdo con la afligida mejor amiga de la difunta Nancy Clutter, saber quiénes fueron los asesinos no me sirve para nada.

Tras treinta y un días de juiciosa lectura (treinta y un días exactos, porque mañana vuelve el argentino y, para sellar el generoso gesto de confianza con mi nuevo amigo, he de devolverle su preciado libro completamente leído)… tras estos treinta y un días, A sangre fría me hizo recordar lo agradable que es leer habitualmente antes de ir a la cama; me hizo hablar —o mejor gritar— sola cuando algo emocionante estaba a punto de pasar; me hizo reflexionar sobre la manera como todos caminamos hacia la muerte a través de vías diferentes, así como en la ironía de recibir este libro de un perfecto desconocido que viene de visita a una ciudad peligrosa, donde (como en toda ciudad peligrosa, que nunca será lo mismo que un tranquilo pueblo de agricultores) la primera regla tácita es “no hables con extraños” y la segunda es “¡por el amor de Dios!, no le des las llaves de tu casa a un desconocido”.

Este libro también me hizo querer poner todo mi empeño en aprender de Truman Capote cómo crearle al lector la imperiosa necesidad de saber cómo pasaron los hechos que literalmente sabe que van a tener lugar, con genialidades como “Hoy, en el último día de su vida, la señora Clutter…” o, mi favorita, “[Nancy] sacó del armario la indumentaria que pensaba ponerse el día siguiente para ir a la iglesia: medias, mocasines negros y un vestido de terciopelo rojo, el más bonito que tenía, confeccionado por ella misma, el mismo vestido que habría de servirle de mortaja”; pero, más importante aún, es que cada aparición de la señora Bonnie Clutter me hizo garabatear en mi vigésimo primer cuaderno de manuscritos desenfrenadamente, como hace mucho no lo había logrado ningún otro personaje de ningún otro libro:  “Me gusta Bonnie Clutter” escribí “su culpa, su complejidad, su tristeza. Me gusta…»

a sangre fría 2

… y todo esto durante la primera parte: “1. Los últimos que los vieron vivos” (tremendo título, ¿no?), antes que “2. Personas desconocidas”, “3. Respuesta” y “4. El rincón” arruinaran irremediablemente un libro que hubiese sido perfecto, una pieza literaria que, para mis ojos, hubiese sido una impecable obra maestra.

4 comentarios

  1. Lina Rojas N. · julio 4, 2017

    ¡Te imaginé gritando! Vas por buen camino.

    • claragiraldomejia · julio 4, 2017

      Jejeje soy una gritona literaria y literal. Me alegra haber logrado el efecto del grito. Gracias por leermeeee ❤

  2. Mariano N · julio 4, 2017

    La lectura, en especial de la de Capote, es como un saco o un sombrero, a muchos les gusta, pero a todos se les ve diferente y todos se sienten diferentes con él. La evocación de recuerdos y la consolidación de experiencias acordes a la identificación de los personajes o los entornos son aquellas cosas en la vida que nos hacen crecer. Se crece cuando la visión de la vida cambia o se complemente con el ser y estar del momento. Ese libro solamente lo he leído una vez, el libro que me ha evocado diferentes recuerdos es EL PRINCIPITO, en las 24 veces que lo he leído me he quedado con algo nuevo, como si lo leyera por primera vez. Leer antes de dormir suele traer otro tipo de experiencias, en los mismos sueños. Saludos y gracias por compartir.

    • claragiraldomejia · julio 4, 2017

      Muchas gracias a ti, Mariano, por hacer este análisis tan revelador sobre la relectura y por leer mi visión sobre «A sangre fría»

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