¡No nos controlan las palabras!

Achimpa
Catarina Sobral

“Y fue un descalabro. Toda la gente decía achimpa
cuando y como bien le apetecía”.
Catarina Sobral, Achimpa

“Las palabras no nos controlan, Clara Inés”, le dijo a Clara Inés el sabio que meses atrás le había aconsejado que cuando pasara algo feo, pensara en algo muy lindo, como el elefante de los cariñositos. Clara Inés entendió el consejo del elefante con facilidad y lo aplica casi a diario; en cambio, le cuesta aprender que las palabras no nos controlan en la vida cotidiana; pero como Achimpa no es su vida cotidiana, sino un brillante tratado de lingüística muy bien ilustrado, Clara Inés se atrevió a escribir esta no-reseña basada en su libro, que está escrito en portugués, así que advierte a los lectores que puede que esté achimpando.

Pero ¿cómo le va a resultar fácil liberarse del control de las palabras si, cada vez que la profesora de español les pedía que hicieran el análisis gramatical de una oración mediante diagramas de árbol, las otras niñas se arrancaban los pelos de la desesperación mientras que Clara Inés se ponía tan contenta que sentía un corrientazo de pies a cabeza, se dilataban sus pupilas e incluso su corazón latía más rápido?

Seguramente entre las compañeras de curso de Catarina Sobral también hubo casos de alopecia inducida por causa de las intrincadas ramas de ese árbol aborrecido por muchos, y seguramente, a ella le entristecía la imagen de sus compañeras calvas y vencidas por una herramienta diseñada para enseñar cómo funcionan las estructuras de una lengua que todas hablaban con fluidez, sin necesidad de saber si lo que salía de sus labios era un verbo, un sustantivo, un adjetivo o uno de tantos “sustantivos que se usan como adjetivos, verbos que pueden ser sustantivados y adverbios que se forman a partir de adjetivos”.

Años después, mientras que Clara se limitaba a extrañar los diagramas de árbol, Catarina hizo algo al respecto: se valió de la curiosidad que todos tenemos por lo desconocido para escribir Achimpa, una historia de suspenso que, entre otras cosas, achimpa con precisión para qué sirven las palabras.

Clara Inés les leyó este libro a sus amigos, quienes le habían confesado que, en su momento,  se arrancaron los pelos tratando de identificar el achimpa nominal. Sin embargo, escucharon uno a uno los nombres de las categorías gramaticales y, en lugar de repudiarlos, se dejaron llevar por la historia: a una le produjo carcajadas y el otro, que para nuestro deleite leyó Achimpa con acento carioca, sintió tal curiosidad, que le dio auténtica rabia cuando llegamos a la última página.

¡Achimpa!, qué sabios son los amigos de Clara! ¡Sin consejo alguno entendieron que no nos controlan las palabras! Clara Inés no, por eso prefiere escoger una (o tal vez más) oraciones de Achimpa y analizarla(s) mediante su estimadísimo diagrama de árbol, para no perder la práctica.

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