Tan grandes como los de su papá

¿Cómo serán mis cuernos?
Gusti

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“―Mi papá me ha dicho que cuando sea mayor, me crecerán los cuernos― dijo el cordero”.
Gusti, ¿Cómo serán mis cuernos?

 

Según mis planes, en esta no-reseña les contaría que la primera vez que fui infiel tenía quince años y tuvo lugar en un bazar; pensé que sería reconfortante evaluar el hecho con distancia: un simple beso, no muy bueno, pero que recuerdo con detalles porque era un beso de cuernos.

He ahí mis intensiones, pero hace cuatro días una conocida me contó su historia de cuernos, que no tiene que ver con culpa, sino con felicidad; inmediatamente, deseché mi historia adolescente para incluir la de dos personas que cuentan los meses que les faltan para pensionarse y, con ingresos asegurados, amarse y vivir juntos en un punto intermedio entre Bogotá, Cundinamarca y Dallas, Texas. Lamento informarles que no sabrán más detalles porque no tengo la información suficiente, y no podré obtenerla hasta la próxima semana, pues los tortolitos se fueron de viaje, yo soy muy impaciente y no estoy dispuesta a esperar que ella regrese.

¡Lástima!, tendré que desaprovechar la maravillosa acepción de la palabra cuernos como eufemismo para nombrar la infidelidad, me veo obligada a exponerlo a la lectura de opiniones sobre un libro que en ningún momento habla de infidelidad, sino de dos comportamientos que realmente causan daño global: temor y agresiones personales.

El primero se hereda por sangre, el padre del cordero ―que anhela sentir cómo un par de cuernos rompen su piel para alojarse sobre su cabeza― le enseñó que los necesita cuanto antes, porque sin ellos no sobrevivirá a los peligros de los que será víctima cuando su papi (y, por lo tanto, protector) no pueda verlo.

Aunque Papi se rehúse a entenderlo, los cuernos implican libertad y autonomía. Desde que el cordero descubre que son dos armas para asesinar e intimidar a otros animales, a quienes la evolución no dotó con nada equivalente a sus poderosos cuernos; por lo tanto, el adorable corderito, que en la última página todavía tiene la cabeza limpia, los usará exactamente para eso.

Con sus dos armas blancas someterá a otros más enternecedores que él, y hará su voluntad. No necesitará serle infiel a la mamá de sus hijos; podrá hacerlo con descaro, preñará a todas las hembras de la manada, y ellas lo permitirán con gusto, no porque en verdad les guste, sino porque la Madre Naturaleza dispuso que ellas no tuvieran cuernos, así que serán infieles a escondidas, con lascivia y deseo, y cada incursión con un nuevo amante coincidirá con que los cuernos del macho sean más grandes, tan grandes como los de su papá.

17 de julio