Un día, otro día

Contratono
María Gómez Lara

Contratono

“No quiero decir que buscara una poesía carente de ellas,
pero sí una poesía que no renegara de las dichas de la reflexión
y las sabidurías del poeta, es decir,
que fuera más allá de la mera confesión apaciguadora”.
Ida Vitale, Contratono

Un día escribí un poema triste sobre una gata que llamamos casi como el mar, y que dejó de ser nuestra porque la vida se le esfumó persiguiendo una mota de polvo a través de la ventana de un octavo piso. Otro día, o tal vez ese mismo, María escribió “Astillas”.
Un día no tan triste, pero errático y sin piso como hoy, se me ocurrió intercalar los versos de “Solo un nombre” entre los de un poema mío sin título. Me asombró descubrir que hablaban entre ellos, cada verso ajeno conversaba con uno propio, de todo y de nada, como un par de niñas sentadas compartiendo la lonchera en el recreo. Otro día leí el título de “Variaciones sobre un tema”, continué con el epígrafe “y el comienzo de mi vida sin tu cara / en otra parte. Rosella di Paolo”. No hice la pausa que indica el punto, y cuando mis ojos leyeron “pero dónde” en letras sin itálicas que indican la autoría de María Gómez Lara, sentí una conocida mezcla de angustia y regocijo, la misma que había sentido cuando brotó de mí la última palabra de un poema que, para efectos de esta no-reseña, llamaré “Manantial”, pero que seguramente usted no conoce, pues hace años no me atrevo a publicar.
Un día, en un prestigioso evento literario escribí, sin ningún asomo de vergüenza, un poema malísimo advirtiéndome a mí misma la importancia de no confundir a Emily Dickinson con Virginia Wolf. Otro día, antes de que Gómez Lara supiera que iba a escribir “Emily Dickinson”, ella me prestó su voz para hacer la de Alejandra Pizarnik conversando ante un auditorio con mi poema sin título.
Un día supe que mis poemas de concurso no sumaban los versos mínimos requeridos para participar en el de la Fundación Loewe, y suspiré para exhalar impotencia y una rabia pequeñita. Otro día, María terminó la difícil tarea de escoger los poemas que viajarían en un avión de carga, ahogados durante días en un sobre de manila rotulado “Contratono”, y esos mismos versos volverían grandes e importantes, encuadernados al calor y con la palabra “premio” sobriamente acomodada en la portada de la publicación editada por la Fundación Loewe.
Un día supe con claridad qué quería escribir en la no-reseña de este oportuno libro de poesía. Otro día la escribo, borro, empiezo de nuevo, le doy esta forma. Suspiro de nuevo porque esta no-reseña no es ni la sombra de lo que quise escribir un día, pero no lo lamento, porque aunque no va “más allá de la mera confesión apaciguadora”, es un grito de protesta de “Manantial”, “Sin título” y otros tantos poemas que conforman los cinco capítulos que hace dieciocho meses se aburren en una bolsa plástica, un grito tan agudo e insistente, que tal vez otro día se conviertan en mi próximo libro.

6 de julio

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